Venezuela: la lucha que necesita reinventarse
Margarita López Maya
Es sábado en la mañana y acabo de regresar de uno de esos mercados
abiertos que ahora pululan por la ciudad. Un poco más de medio kilo de
filete de pescado me costaron diez millones de bolívares. Pensé en el
nuevo salario mínimo decretado hace dos días por Maduro. Se necesitan
dos meses del salario mínimo integral o, en caso del salario básico, se
necesitan tres meses para poder tener acceso a la ahora exquisitez de un
filete. En un país del Caribe, con esa inconmensurable costa y su
población pesquera… Los aumentos de salario mínimo y pensiones son
charlatanismo puro, como todo lo que hace esta dictadura bajo el
supuesto propósito de cuidar al pueblo que ellos dicen tanto amar.
Por cierto, ese salario mínimo integral es casi idéntico al sueldo
mensual del profesor titular a dedicación exclusiva de la UCV, que es mi
caso. Llegamos, pues, a la igualdad social en la miseria. Unos $2 o $3
como sueldo mensual, de acuerdo con la tasa gubernamental aprobada por
el BCV para las remesas. En estos días, una narración gráfica colgada en el portal de Prodavinci
ilustraba de manera elocuente la situación de este sector social que,
en otros países, y en el siglo XXI, es objeto de deferencia, respeto y
cuidado. Así como parte del planeta vive los tiempos de la innovación
tecnológica y del conocimiento, nosotros, aquí, vivimos en la involución
histórica llamada socialismo. En nuestros lares, tener conocimiento,
estudiar e impartir saber a las generaciones del futuro es objeto del
mayor desprecio, burla y desconfianza. Vivimos tiempos oscuros, sin
duda.
Mientras tanto, los actores políticos nacionales siguen en
desbandada. Una nueva alianza se inauguró ayer, bajo la iniciativa del
dirigente Henri Falcón. Busca encabezar a la oposición ofreciendo ir a
elecciones con el gobierno, cuando, como y donde sea. Así de simple es
su estrategia. En el otro extremo, Vente Venezuela con María Corina
Machado y Alianza Bravo Pueblo con Antonio Ledezma y muchos venezolanos,
principalmente en el exterior, se alinean con la idea de una
“intervención humanitaria” y presionan a la comunidad internacional para
que esto ocurra. No se sabe cómo ni con quién. La otra posición es la
de dirigentes y partidos de la debilitada Mesa de la Unidad. Ellos
quieren una salida pacífica, democrática, electoral, pero a un mes del
20M todavía no logran ponerse de acuerdo en cómo hacer que el gobierno
haga eso. Maduro y su entorno -sin olvidar al inefable Rodríguez
Zapatero- debe sonreír al ver qué bien salen sus jugadas políticas de
dividir a sus oponentes. Estamos a la deriva.
Ante este desolador panorama político, pareciera urgente comenzar a
ventilar propuestas de cambio político con estrategias que trasciendan a
los partidos. Una estrategia de cambio político hacia una transición
democrática sin ellos, ¿cómo se hace? El documental sobre Ramón J.
Velásquez, recién presentado esta semana en la Universidad
Metropolitana, nos ayuda a pensar en ese escenario. En medio de la
severa crisis política del segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, que
desembocó en su destitución, emergió en nuestra historia el liderazgo de
Velásquez para ponerse al frente de un gobierno de emergencia y/o
transición. Este periodista e historiador siempre fue un político, mas
fue independiente, no militó en partido alguno. Conformó para el trance
un gabinete de expertos o tecnócratas, funcionarios públicos probos y
honestos, ya que los partidos que le dieron su apoyo en el Congreso para
que asumiera esa tremenda responsabilidad después no quisieron tomar
parte en su gobierno. Temían los costos políticos de las medidas que, en
semejante situación, el gobierno de emergencia de Velásquez se vería
obligado a tomar. La prioridad, entonces, de estas organizaciones era
ganar las elecciones que se avecinaban, no querían contaminarse con
decisiones impopulares. Es una conducta análoga a la que ahora vemos en
los partidos. De nuevo, andan escurriendo el bulto cuando más se
necesitan.
Así las cosas, es necesario que ciudadanos, ONGs, organizaciones
civiles, sin excluir a las organizaciones políticas, encuentren la
manera de pensar de manera distinta, creativa, en una ruta que rebaje la
importancia y relevancia de los partidos. El Frente Amplio nació con
esa concepción, pero, quizás, sigue dándole demasiada importancia a unos
partidos y dirigentes que no lo merecen. Y éstos siguen tratando de
cooptar las otras organizaciones, manipularlas, trayendo resquemores y
desconfianzas. Creo, entonces, que es menester seguir esforzándose por
perfeccionar esa plataforma, ella está en la vía correcta, pero quizás
haya que explorar más la posibilidad de imaginar para ella un liderazgo
alternativo al tradicional político, incapaz de ponerse de acuerdo, o al
social, de representantes de gremios, organizaciones, universidades,
iglesias y sindicatos.
Quizás debiéramos pensar menos en una transición liderada por
organizaciones de distinta naturaleza y más en una de personalidades
expertas, honestas y austeras, que preferiblemente estén fogueados en la
política, pero que no necesariamente sean militantes o dirigentes de
partidos. Las organizaciones políticas y sociales pueden contribuir
grandemente en identificar a estas personas y debieran darles todo su
apoyo. Se debería pensar de una vez también en quiénes pueden constituir
un gabinete para la transición que se aproxima, de una lista de mujeres
y hombres con la capacidad y el espíritu de servir a Venezuela en esta
hora que es la más necesitada y menguada que ha tenido desde el siglo
XIX. Necesitamos personas dispuestas a asumir el gran desafío de sacar a
la sociedad de este marasmo en que se encuentra sumida. Y necesitamos
encontrar la fórmula para que de ellos emerja un líder que dirija la
transición. Esto podría devolver la esperanza a una población maltratada
y desilusionada con su dirigencia.
Me imagino a estos ciudadanos con una altísima formación profesional,
cultivados en virtudes republicanas, vocación de servicio público,
espíritu de equipo y mucha valentía para sumir los riesgos que estas
responsabilidades comportan. Ya hay muchos planes de emergencia,
económicos y sociales, pero, faltando el liderazgo político, que está
distraído, fragmentado y aparentemente agotado, busquemos alternativas
en las otras reservas con que cuenta la sociedad. Existen, no me cabe
duda. Estas personalidades deben colocarse por encima de las diatribas
que ahora distraen a muchos dirigentes de partido. Ojalá estos
dirigentes lo entiendan y también contribuyan con su apoyo. Una de las
tareas prioritarias, si logramos traspasar el umbral para irnos a esa
transición política democrática, será justamente reconstruir el sistema
de partidos.
La sociedad venezolana sufre, pero resiste de muchas formas. ONGs de
DDHH levantan incansablemente registros de la flagrante violación de los
derechos más básicos de la población, la desestructuración profunda de
nuestra vida cotidiana, la represión tenaz. Ellas y tantos otros de la
sociedad civil también tienen propuestas para salir de la crisis
humanitaria, reconstruir el tejido social, impulsar emprendimientos
económicos para salir de la pobreza, volver al desarrollo, devolvernos
la dignidad. Ellos son también una cantera de personalidades que pueden
dar aportes claves para el cambio político y la transición democrática.
Pienso también en universidades, gremios, iglesias. La comunidad
internacional, por su parte, sigue prestando su invaluable apoyo y
presionando por el cambio político de retorno a la democracia. En
Nicaragua circulan rumores de negociación de Ortega, lo que debe
preocupar a Maduro y a nosotros darnos ánimos aquí. Hay que ver el vaso
medio lleno y no medio vacío.
Mientras cada venezolano, dentro y fuera, contribuya con su pedacito
de resistencia y lucha, desde donde pueda, esta lucha seguirá hasta
conseguir la anchura, coordinación y fuerza que se necesita para
desplazar a una élite política agotada, enferma, corrupta y sólo
pendiente de mantenerse en el poder como sea, produciendo cada día que
pasa más maldad y destrucción. Si unas estrategias no logran el
objetivo, busquemos otras. La desobediencia social, la resistencia no
violenta, tiene mil formas. Sigamos explorando y convenzámonos de que el
chavismo y su versión madurista es pasado.
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