lunes, 25 de junio de 2018

Venezuela: la lucha que necesita reinventarse




Margarita López Maya
PRODAVINCI

 
Es sábado en la mañana y acabo de regresar de uno de esos mercados abiertos que ahora pululan por la ciudad. Un poco más de medio kilo de filete de pescado me costaron diez millones de bolívares. Pensé en el nuevo salario mínimo decretado hace dos días por Maduro. Se necesitan dos meses del salario mínimo integral o, en caso del salario básico, se necesitan tres meses para poder tener acceso a la ahora exquisitez de un filete. En un país del Caribe, con esa inconmensurable costa y su población pesquera… Los aumentos de salario mínimo y pensiones son charlatanismo puro, como todo lo que hace esta dictadura bajo el supuesto propósito de cuidar al pueblo que ellos dicen tanto amar.
Por cierto, ese salario mínimo integral es casi idéntico al sueldo mensual del profesor titular a dedicación exclusiva de la UCV, que es mi caso. Llegamos, pues, a la igualdad social en la miseria. Unos $2 o $3 como sueldo mensual, de acuerdo con la tasa gubernamental aprobada por el BCV para las remesas. En estos días, una narración gráfica colgada en el portal de Prodavinci ilustraba de manera elocuente la situación de este sector social que, en otros países, y en el siglo XXI, es objeto de deferencia, respeto y cuidado. Así como parte del planeta vive los tiempos de la innovación tecnológica y del conocimiento, nosotros, aquí, vivimos en la involución histórica llamada socialismo. En nuestros lares,  tener conocimiento, estudiar e impartir saber a las generaciones del futuro es objeto del mayor desprecio, burla y desconfianza. Vivimos tiempos oscuros, sin duda.
Mientras tanto, los actores políticos nacionales siguen en desbandada. Una nueva alianza se inauguró ayer, bajo la iniciativa del dirigente Henri Falcón. Busca encabezar a la oposición ofreciendo ir a elecciones con el gobierno, cuando, como y donde sea. Así de simple es su estrategia. En el otro extremo, Vente Venezuela con María Corina Machado y Alianza Bravo Pueblo con Antonio Ledezma y muchos venezolanos, principalmente en el exterior, se alinean con la idea de una “intervención humanitaria” y presionan a la comunidad internacional para que esto ocurra. No se sabe cómo ni con quién. La otra posición es la de dirigentes y partidos de la debilitada Mesa de la Unidad. Ellos quieren una salida pacífica, democrática, electoral, pero a un mes del 20M todavía no logran ponerse de acuerdo en cómo hacer que el gobierno haga eso. Maduro y su entorno -sin olvidar al inefable Rodríguez Zapatero- debe sonreír al ver qué bien salen sus jugadas políticas de dividir a sus oponentes. Estamos a la deriva.
Ante este desolador panorama político, pareciera urgente comenzar a ventilar propuestas de cambio político con estrategias que trasciendan a los partidos. Una estrategia de cambio político hacia una transición democrática sin ellos, ¿cómo se hace? El documental sobre Ramón J. Velásquez, recién presentado esta semana en la Universidad Metropolitana, nos ayuda a pensar en ese escenario. En medio de la severa crisis política del segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, que desembocó en su destitución, emergió en nuestra historia el liderazgo de Velásquez para ponerse al frente de un gobierno de emergencia y/o transición. Este periodista e historiador siempre fue un político, mas fue independiente, no militó en partido alguno. Conformó para el trance un gabinete de expertos o tecnócratas, funcionarios públicos probos y honestos, ya que los partidos que le dieron su apoyo en el Congreso para que asumiera esa tremenda responsabilidad después no quisieron tomar parte en su gobierno. Temían los costos políticos de las medidas que, en semejante situación, el gobierno de emergencia de Velásquez se vería obligado a tomar. La prioridad, entonces, de estas organizaciones era ganar las elecciones que se avecinaban, no querían contaminarse con decisiones impopulares. Es una conducta análoga a la que ahora vemos en los partidos. De nuevo, andan escurriendo el bulto cuando más se necesitan.
Así las cosas, es necesario que ciudadanos, ONGs, organizaciones civiles, sin excluir a las organizaciones políticas, encuentren la manera de pensar de manera distinta, creativa, en una ruta que rebaje la importancia y relevancia de los partidos. El Frente Amplio nació con esa concepción, pero, quizás, sigue dándole demasiada importancia a unos partidos y dirigentes que no lo merecen. Y éstos siguen tratando de cooptar las otras organizaciones, manipularlas, trayendo resquemores y desconfianzas. Creo, entonces, que es menester seguir esforzándose por perfeccionar esa plataforma, ella está en la vía correcta, pero quizás haya que explorar más la posibilidad de imaginar para ella un liderazgo alternativo al tradicional político, incapaz de ponerse de acuerdo, o al social, de representantes de gremios, organizaciones, universidades, iglesias y sindicatos.
Quizás debiéramos pensar menos en una transición liderada por organizaciones de distinta naturaleza y más en una de personalidades expertas, honestas y austeras, que preferiblemente estén fogueados en la política, pero que no necesariamente sean militantes o dirigentes de partidos. Las organizaciones políticas y sociales pueden contribuir grandemente en identificar a estas personas y debieran darles todo su apoyo. Se debería pensar de una vez también en quiénes pueden constituir un gabinete para la transición que se aproxima, de una lista de mujeres y hombres con la capacidad y el espíritu de servir a Venezuela en esta hora que es la más necesitada y menguada que ha tenido desde el siglo XIX. Necesitamos personas dispuestas a asumir el gran desafío de sacar a la sociedad de este marasmo en que se encuentra sumida. Y necesitamos encontrar la fórmula para que de ellos emerja un líder que dirija la transición. Esto podría devolver la esperanza a una población maltratada y desilusionada con su dirigencia.
Me imagino a estos ciudadanos con una altísima formación profesional, cultivados en virtudes republicanas, vocación de servicio público, espíritu de equipo y mucha valentía para sumir los riesgos que estas responsabilidades comportan. Ya hay muchos planes de emergencia, económicos y sociales, pero, faltando el liderazgo político, que está distraído, fragmentado y aparentemente agotado, busquemos alternativas en las otras reservas con que cuenta la sociedad. Existen, no me cabe duda. Estas personalidades deben colocarse por encima de las diatribas que ahora distraen a muchos dirigentes de partido. Ojalá estos dirigentes lo entiendan y también contribuyan con su apoyo. Una de las tareas prioritarias, si logramos traspasar el umbral para irnos a esa transición política democrática, será justamente reconstruir el sistema de partidos.
La sociedad venezolana sufre, pero resiste de muchas formas. ONGs de DDHH levantan incansablemente registros de la flagrante violación de los derechos más básicos de la población, la desestructuración profunda de nuestra vida cotidiana, la represión tenaz. Ellas y tantos otros de la sociedad civil también tienen propuestas para salir de la crisis humanitaria, reconstruir el tejido social, impulsar emprendimientos económicos para salir de la pobreza, volver al desarrollo, devolvernos la dignidad. Ellos son también una cantera de personalidades que pueden dar aportes claves para el cambio político y la transición democrática. Pienso también en universidades, gremios, iglesias. La comunidad internacional, por su parte, sigue prestando su invaluable apoyo y presionando por el cambio político de retorno a la democracia. En Nicaragua circulan rumores de negociación de Ortega, lo que debe preocupar a Maduro y a nosotros darnos ánimos aquí. Hay que ver el vaso medio lleno y no medio vacío.
Mientras cada venezolano, dentro y fuera, contribuya con su pedacito de resistencia y lucha, desde donde pueda, esta lucha seguirá hasta conseguir la anchura, coordinación y fuerza que se necesita para desplazar a una élite política agotada, enferma, corrupta y sólo pendiente de mantenerse en el poder como sea, produciendo cada día que pasa más maldad y destrucción. Si unas estrategias no logran el objetivo, busquemos otras. La desobediencia social, la resistencia no violenta, tiene mil formas. Sigamos explorando y convenzámonos de que el chavismo y su versión madurista es pasado.

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