sábado, 2 de junio de 2018

EN EL AULA MAGNA OTRA VEZ

ARNALDO ESTÉ

EL NACIONAL

El Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela es un ámbito cómplice, bello y generoso donde la libertad y la irreverencia se conjugan. Tan así que los que ahora dirigen la maquinaria electoral dictatorial se reunieron aquí en planchas ochentosas que devinieron, con costosa fatalidad, en el cinismo eficiente y destructor actual del país.
El padre Luis Ugalde habló de la necesidad de renacer, y es una proposición pertinente. Al punto de que ya no se puede hablar de polarización: la mayoría de la gente, no un polo, quiere el cambio, y una minoría, tan reducida en proyecto como en número, se agarra y usa cualquier cosa. Eso no lo pudo ocultar el fraude y, más bien, lo evidenció.
Más allá de toda estrechez el Aula Magna de la UCV convoca no solo a unirse, sino a trabajar y organizarse en todo sitio y nivel. Se reclama un nuevo liderazgo, un renacer no solo para el cambio, sino para la construcción, cosas tan necesarias como difíciles. Habrán de menudear las sorpresas.
Los partidos son necesarios y convenientes intermediarios. En el mundo occidental se hacen ahora pragmáticos y buscan nuevos nombres que los deslinden de cansadas ideologías y de los gaveteros cómodos del periodismo, que reducen esa complejidad política a “izquierdas” y “derechas”. Y, más allá de Occidente, uno se pregunta: los gobiernos de Irán, Turquía, Rusia, China ¿son de izquierda o de derecha?
Aquí los partidos parecieran estar atrapados en unos procedimientos, maneras y pretensiones que ocultan o distancian lo que deberían ser sus fines. Deben tener graves problemas para funcionar y más aún para comunicarse. Uno sabe que están trabajando, pero no sabe qué sale de esos trabajos y piensa, más pretenciosamente, ¿no será que los viejos esquemas de territorio, autoridad y prestigio cierran puertas y ventanas que deberían estar abiertas?
Mientras, crecen y varían, como lo hemos encontrado en el Aula Magna, las organizaciones civiles, concitadas por los derechos humanos, vecindades, agua, luz, transporte, violencia policial y callejera, vocaciones, oficios, hambre, mengua, destrozo educativo (los liceístas se hicieron sentir)… Muchas comienzan como simples protestas que, en el cuadro de la crisis general, convergen hacia una lucha, aún imprecisa, por el cambio de gobierno y exigen otro lenguaje diferente al actual, y en lugar de hablar de no rendición, “Venezuela no se rinde”, podría tomar un sabor a triunfo y futuro: ¡El gobierno se va!... ¡Abajo la dictadura!

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