LA CASTA CON COLETA
JEAN MANINAT
Pablo Iglesias, máximo líder de
Podemos en España, ha demostrado su condición de caudillo 2.0, una
mezcla del stardom con Gramsci, producto de eso que llaman
“tertuleros”, estrellas de las tertulias televisadas, que en la “madre
patria” suelen ser más una contienda de dimes y diretes, que un diálogo
platónicamente pausado y esclarecedor. ¿Por qué habla tan alto el
español? Se preguntaba el poeta -español- León Felipe.
Don
Pablo es un maestro del oficio, y de los plató saltó a la política con
un grupo de profesores de izquierda, todos alumbrados por los “procesos
revolucionarios” latinoamericanos, especialmente, el que dirigía el
difunto comandante galáctico. Se dieron su paseíllo por América -para
estudiar de cerca los “procesos”- y de paso pescar asesorías en aquel
mar revuelto de petrodólares. El adelantado en esas tareas fue Juan
Carlos Monedero (Monedero: la tiranía del significante, diría Lacan)
quien se llevaría 425.000 euros como pago por su asesoría al gobierno de
Venezuela, y otros del ALBA, para implantar una moneda común y
desarrollar la unidad financiera de Latinoamérica.
Fundaron
Podemos, y lograron capturar una parte importante del descontento
frente a la crisis y los casos de corrupción que explotaban a cada rato
en los medios de comunicación. Su mensaje -suficientemente adhesivo- era
el de enfrentar al “común” contra la “casta”, una versión edulcorada de
la lucha de clases. Tuvieron éxito en el empeño y lograron convertirse
en un paradigma del progresismo europeo -ese de plaza, botellón y porro-
con una presencia determinante en el Congreso de los Diputados, el
centro nervioso de la vida política española.
Pero, hélas,
que como en un cuento de ciencia ficción, apenas respiraron el ambiente
de la política real, empezaron a perder la lozanía, el aire de jóvenes
respondones, y adquirieron con sinigual destreza los hábitos y malas
formas de sus mayores. Pronto vinieron las disputas por el poder
interno, los castigos a la disidencia -notable en el caso de Íñigo
Errejón, el más original de todos- y la consagración de Pablo Iglesias y
su pareja, Irene Montero, como dupla todopoderosa de la organización
contestataria. Imposible no evocar a los Ortega en Nicaragua.
Y
cómo si faltara poco, muy recientemente, lo que es una aspiración
normal en toda pareja joven: comprarse una vivienda, ha destapado un
follón en el seno de Podemos, gracias al precio, y las cómodas
dimensiones y prestaciones -piscina y jardines- de la residencia
escogida por la poderosa pareja. Acusados de traicionar la ética y la
estética del izquierdismo, llamaron a una consulta interna para que
fueran los inscritos quienes decidieran su permanencia en la máxima
dirección del partido. Sin chalé, no quiero mando. Sus correligionarios
han decido que se merecen el chalé y el mando.
Tal como señala El País
en un reciente editorial: “Convocar un referéndum para implicar a los
seguidores de Podemos en la bendición de una decisión estrictamente
personal ya reveló en su día el carácter mesiánico y cesarista que la
pareja otorga a su liderazgo”.
La deriva
autoritaria y personalista de Podemos ha demostrado la verdadera
naturaleza de los proyectos socialistas: instaurar una nueva casta, pero
con coleta, esta vez.
@jeanmaninat
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