El populismo es eterno, como las cucarachas
Carlos Alberto Montaner
Es el cuento de nunca acabar.
¿Está liquidado el populismo? No lo creo. Incluso, pienso que es muy
peligroso dar por muerta esta tendencia política. Hace 20 años
publicamos junto a Álvaro Vargas Llosa y Plinio Apuleyo Mendoza el Manual del perfecto idiota latinoamericano, con un magnífico prólogo de Mario Vargas Llosa, pero más adelante, cuando surgió Chávez, escribimos El regreso del idiota. Siempre surge una nueva hornada de populistas. Hay que admitir que son inmortales, como las cucarachas.
Este domingo 17 de junio Iván Duque y
Marta Lucía Ramírez, los candidatos del Centro Democrático fundado por
Álvaro Uribe, deben ganarle fácilmente las elecciones colombianas a
Gustavo Petro, el exguerrillero superpopulista, pero el primero de julio
probablemente triunfará AMLO en México. AMLO es el acrónimo de Andrés
Manuel López Obrador, el equivalente parcial de Petro, aunque sus
credenciales son menos tremebundas.
AMLO comenzó en el PRI, derivó hacia el
PRD, donde hoy tiene a sus peores enemigos, fue alcalde de la capital y
acabó fundando su propio partido, Movimiento Regeneración Mexicana,
MORENA. En éste, su tercer intento, tiene muchas posibilidades de llegar
a la presidencia al frente de una coalición que incluye a MORENA, en el
centro, flanqueado por un pequeño grupo de izquierda, llamado Partido
del Trabajo, y otro de centroderecha, el Partido Encuentro Social. Lo
favorece el hecho de que en México no hay segunda vuelta y puede ganar
con un 35% de los votos emitidos.
En realidad, AMLO tiene aspectos
populistas y otros que no lo son. Es un aficionado al gasto público,
como instrumento para superar la pobreza, pero no creo, dada su
biografía, que se perciba como un outsider. Es la quintaesencia
del político convencional, maniobrero, capaz de forjar una alianza con
cualquiera con tal de llegar a Los Pinos. Menos el PAN, ha recorrido
todas las grandes formaciones políticas del país.
Tampoco creo que intentará modificar la
Constitución para quedarse en el cargo, como hicieron Hugo Chávez,
Rafael Correa, Evo Morales o Daniel Ortega. Sabe que si hay algo
arraigado en el ADN político de los mexicanos es el lema de la campaña
de Francisco Madero en 1910:“sufragio efectivo, no reelección”. Todavía
existe y reverbera el fantasma de Porfirio Díaz.
Cuando fue alcalde de la capital logró
reducir las muertes violentas y los secuestros, pero no las extorsiones.
Incluso, contrató a Rudy Giuliani (hoy en el entorno de Donald Trump) y
le pagó cuatro millones de dólares para que estudiara la situación del
D.F. y le hiciera las recomendaciones pertinentes. Giuliani y su grupo
le hicieron más de 140 sugerencias, pero no dieron los resultados
apetecidos.
¿Quieren la mayor parte de los mexicanos
la regeneración de México? Es verdad que las mafias son cada vez más
poderosas, debido a los beneficios del narcotráfico, pero lo más grave
es que un porcentaje notable de la sociedad prefiere no combatirlas, y
por eso condenan a Felipe Calderón, el panista ex presidente de México
(2006-2012), por haber desatado la “Guerra contra el narco”. Creen que
alborotó el avispero inútilmente.
Sospecho que existe una actitud parecida
con relación a la corrupción. Los que no son políticos y altos
funcionarios desean que se acabe el gran peculado, pero una parte
sustancial de la sociedad no está dispuesta a renunciar a dar y recibir
coimas para acelerar trámites, evadir sanciones, lograr algún beneficio u
obtener ciertos privilegios. En México he escuchado definir la
corrupción cínicamente como “una forma de distribuir la renta y
mantener a la gente contenta”.
Cuando Peña Nieto comenzó el último
sexenio en el 2012, el porcentaje de la deuda pública con relación al
PIB era 37.7%. Terminará cerca del 50%. Y en medio de esa debilidad
financiera, AMLO propone la locura de aumentar los subsidios a los
desempleados, a las madres solteras y a los 2.5 millones de jóvenes que
ni trabajan ni estudian, lo que le crearía al Estado compromisos por
miles de millones de dólares que sólo se pueden pagar con más impuestos o
con una devaluación inflacionaria del peso mexicano.
Simultáneamente, promete elevar los
salarios de los trabajadores de las maquilas para equipararlos a los de
Estados Unidos, sin tener en cuenta la productividad de los empleados o
la voluntad de los empresarios, que se irían con sus inversiones a otros
destinos más hospitalarios.
¿Cómo con ese programa tan alejado de la
realidad se puede ganar una elección? Claro que se puede. AMLO tiene a
su favor la inmensa fatiga del país con el PRI y la desilusión con el
PAN. Y ya sabemos que el populismo, como la materia, ni se crea ni se
destruye. Sólo se transforma.
Publicado por El Blog de Montaner el domingo 17 de junio, 2018
No hay comentarios:
Publicar un comentario