domingo, 15 de febrero de 2015

EL LIBERALISMO ¿ES DE DERECHA?

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             Enrique Krauze

Para un sector de la izquierda mexicana ser liberal es “ser de derecha”. ¿Qué es ser de “derecha”? Un prejuicio anacrónico, según Norberto Bobbio (Derecha e izquierda: Razones y significados de una distinción política). Se asocia a ser tradicionalista, clerical, militarista, abogado del statu quo y la ortodoxia económica de Libre Mercado, y a permanecer alejado de las necesidades populares.
No se me ocurre mejor refutación de este prejuicio que recordar el perfil de Daniel Cosío Villegas. Se definía a sí mismo como “un liberal de museo, puro y anacrónico”. Aunque nadie, en su tiempo, lo tildó de ser “de derecha”, bajo los estrechos criterios que rigen actualmente lo sería.
En el otoño de 1970, quise compartir con él la alegría que me causaba el reciente triunfo de Salvador Allende. Para mi sorpresa, me dijo: “Un liberal debe ver con desconfianza y escepticismo la victoria de Allende”. Al poco tiempo, el 6 de noviembre de 1970, opinó en su columna de Excélsior:
Allende sacó un poco menos del 36% de los votos emitidos; resulta, pues, insostenible la idea de que recibió un ‘mandato’ popular … De ir más de prisa o más a fondo, puede precipitar una guerra civil: si sale bien de ella, adiós democracia; y si sale mal, desencadenaría una ola reaccionaria que hará retroceder a Chile cien años.
El “liberal de museo” había dado al clavo. ¿Era “de derecha” por haber formulado esta reflexión? Por supuesto que no: era un observador objetivo.
Repasemos brevemente su trayectoria. Fue un servidor público en la diplomacia y el Banco de México. El principal financiamiento de las empresas culturales que fundó (el Fondo de Cultura Económica y El Colegio de México) fue público. La Historia Moderna de México contó además con apoyo de la Fundación Rockefeller. El resultado en todos los casos fue extraordinario: sus grandes fundaciones florecieron y perduraron. Esa base material ¿lo convertía en “derechista”? Por supuesto que no: Cosío Villegas era un gran empresario cultural.
Ideológicamente, Cosío Villegas apoyó a la República Española (fue él quien ideó e instrumentó la invitación a los intelectuales transterrados). Durante la Guerra Mundial fue un crítico feroz del fascismo alemán y japonés. En los albores de la Guerra Fría, fundamentó éticamente, en varios ensayos, su irreductible inclinación política por Estados Unidos y su rechazo a la URSS. Pero esa opción no lo convirtió en un apologista del “American Way of Life” (que aborrecía) y mucho menos del Macartismo anticomunista (que denunció e incluso sufrió, al negársele en 1953 la visa de entrada a Estados Unidos). Y aunque desde 1947 profetizó el advenimiento de un régimen comunista en América Latina, al cristalizarse ese giro de la Revolución Cubana lo lamentó con razones y sin ambages. Y en 1970 vio con escepticismo el arribo de Allende.
En “La Crisis de México” -su célebre ensayo de noviembre de 1946- Cosío Villegas criticó por igual al PAN de su amigo Manuel Gómez Morin que al PPS de su amigo Vicente Lombardo Toledano. Su liberalismo tenía -como ha sido usual en nuestros países- un tinte jacobino: detestaba “la mano macilenta de la Iglesia” y lamentaba el giro reaccionario del último Vasconcelos. Su crítica a la política mexicana le valió el apoyo público de José Revueltas, nuestro más respetado escritor de izquierda.
Su valor cardinal era la libertad individual y por eso mismo terminó por volverse el crítico más acerbo del sistema político mexicano (al que llamó Monarquía Absoluta Sexenal Hereditaria por la vía Transversal). Tocado desde su juventud por un sano anarquismo, desconfió siempre del poder, sobre todo del poder concentrado en las manos del Presidente, pero su equilibrio de juicio lo llevó a reconocer la obra material de Porfirio Díaz.
En los últimos años de su vida desplegó una especie de magisterio cívico liberal. Escribió artículos y libros memorables, quiso ser senador y fue (naturalmente, sin comprometer su independencia) comentarista de asuntos internacionales en la televisión. Su último proyecto fue la Historia Mínima de México, concebida por él como un guión para un documental en la televisión.
Daniel Cosío Villegas no era “de derecha” ni “de izquierda”. Era, sencillamente, un liberal. Decirle a un interlocutor “eres de derecha” no es un argumento: es una descalificación que parte de una autoproclamada superioridad moral.

Tomado de Enrique Krauze

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