martes, 3 de febrero de 2015

OTRO GUAYABO: CELAC

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BEATRIZ DE MAJO



Los Estados, en sus relaciones mutuas y en su búsqueda de eficiencia y de avances concretos, tienden más a bilateralizarse en la hora actual que a interactuar entre grupos numerosos de naciones. A lo largo del siglo pasado las únicas instituciones multilaterales que tuvieron éxito en sus propósitos,  y garra en sus ejecutorias fueron  las que apuntaron a un objetivo de carácter muy específico, con una meta e instrumentos bien definidos y, por lo general, reunieron  a un número limitado de países.
Es un hecho cierto que cuanto más vasto y poco explícito el objetivo común, menos el órgano que los reúne tiende a mostrar resultados positivos y no pasan de celebrar encuentros donde se emiten declaraciones de buenas intenciones que no se traducen en progresos concretos ni individual ni colectivamente.
Ni la ALAC ni la Aladi, por ejemplo, mostraron resultados espectaculares  como órganos de integración y de impuso del comercio por lo excesivamente vasto de su espectro de acción, mientras que  esfuerzos más limitados como el Pacto Andino, el Mercado Común Centroamericano o el viejo Mercosur  llegaron a alcanzar algunos frutos de significación.
La distancia entre las doctrinas y modelos de desarrollo que aplican los países miembros o los tamaños comparativos de las economías envueltas en un esfuerzo de esta naturaleza se conjugan para hacer muy empinada la cuesta de la integración o incluso de la cooperación, sobre todo cuando estas organizaciones involucran aspectos de supranacionalidad en sus decisiones, lo que las torna inoperantes o extremadamente lentas en su evolución.
La triste historia de la integración continental y subregional ha sido esa.
La Celac no se salva de esa evolución inevitable y ya lo estamos viendo en el abordaje de los temas que se tratan en su seno, los que no producen sino  meras declaraciones de intención cuyo contenido está tan diluido como un criollito guayoyo.  Es el diseño original de los organismos lo que determina esa poca garra que se traduce en resultados vagos, tibios, inoperantes y que aportan poco o nada a las necesidades nacionales. Si polititización es otra tara no de diseño pero si de operación.
Tanta fanfarria en torno a la pasada Cumbre, la III,  para que su documento de cierre no sea sino otro bodrio que ni siquiera es contundente en los aspectos que trató en su agenda de deliberaciones,  y eso que el tema del combate a la pobreza es un elemento básico de la estrategia interna de cada uno de los 33 países.
En contraposición otros nuevos intentas de cooperación que han nacido en nuestra región si vienen concretando acciones vanguardistas que terminarán por hacer importantes aportes al desarrollo de quienes se han sumado a participar. La iniciativa de la Cuenca del Pacífico, ya se vislumbra como un hecho económico multilateral de envergadura que no tardará mucho en dinamizar al comercio de la región con Asia.
La coyuntura económica actual está haciendo que otros mecanismos de interacción o de integración se tambaleen – como es el caso de la Unión Europea. Es, por tanto el momento de dotar a las instituciones que recién  hemos creado de consistencia y deslastrarlas de la contaminación política que no reporta ningún beneficio. De lo contrario su utilidad seguirá siendo nula y su aporte a los problemas de los países y de la región, inexistente.

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