Fausto Masó
Maduro busca que la oposición defienda una salida
violenta para justificar la represión. El
gobierno habla de conspiraciones, impide las manifestaciones, persigue a los
estudiantes, anuncia que enviará a prisión a líderes de la oposición. Ese es el
discurso oficial a pesar de que la oposición insista en una solución pacífica. El
juego está claro, no hay otra salida que la electoral, eso sí con un programa
claro de cambio.
A la oposición le es vital ganar las próximas
elecciones por paliza, algo nada fácil porque numerosos electores creen cosas absurdas
como que solo contando los votos manualmente se evitará un posible fraude, cuando
en realidad sucede exactamente lo contrario: el conteo manual multiplica las
posibilidades de fraude. Hay otras ideas peregrinas entre ellas la posibilidad
de alterar los resultados obtenidos en la mesas en el propio CNE. Si el país
vota masivamente no hay fraude posible.
Ignoramos la fecha de las elecciones, aunque por
sus actos el gobierno muestra que pronto las convocará. Ignoramos también que
esconde el registro electoral, hay que suponer que el gobierno cuenta con
algunos votos adicionales en ese registro y muchos supuestos abstencionistas
son fallecidos que no ha sido sacados del
registro. ¡Ignoramos también todavía quienes serán los candidatos de la oposición!
Habría que convencer a los electores primero de la
importancia de las elecciones, demostrarles que representa una salida política
a la crisis, porque Maduro no renunciará a la presidencia y que la votación por
máquinas, con testigos en las mesas, impide cualquier fraude, igual que el uso
de las huellas digitales de los electores.
En elecciones legislativas aumenta la abstención.
Esta vez una asamblea en manos de la oposición generaría una crisis que sería
terminal.
El presidente de la Asamblea sería el líder de la
oposición y negociaría con el chavismo una salida política a la inevitable
crisis. Tarea nada fácil, porque también ese virtual presidente de la Asamblea necesita
ser un gran político.
Estas elecciones cambiarán al país si las gana la
oposición. Maduro apuesta por dividirla: apoyará y financiará a los
precandidatos que sean derrotados en las primarias, o hayan sido sacados del
juego por los acuerdos de consenso, y quieran presentar sus candidaturas.
Maduro muestra
también un espléndido desprecio por la economía, como si apostara a un milagro,
a que las cosas se arreglarán solas. Algunos expertos aseguran que para
diciembre el barril llegará a $70, otros dicen lo contrario y señalan que bajará
a $25. En cualquier caso no alcanzarán las divisas.
Cada vez hay menos chavistas con Maduro que se
está quedando atrozmente solo, como si realmente creyera que Dios proveerá,
pero Dios no salva a los malos políticos.
La aplicación de las nuevas medidas siguen siendo
un misterio, solo hay un hecho tremebundo, la inflación en enero llegó a topes históricos.
En realidad el gobierno quiere dejar todo como estaba, anuncia la vuelta al
dólar permuta, pero enseguida le pone límites. Inesperadamente el gobierno
descubre que somos un país rentistas, olvida que gracias a Chávez el 97% de las
divisas que llegan al país provienen del petróleo, anteriormente las
exportaciones no tradicionales rondaron hasta 8,000 millones de dólares. Esas exportaciones las desapareció el
chavismo.
Rodrigo Cabezas afirma que Venezuela "debe elevar su producción
petrolera a todo riesgo". ¿Cómo? ¿Con esta PDVSA?
Agregó Cabezas que luego de dos años de alta
inflación "es inviable para cualquier negocio, contar con esa tasa
cambiaria, es producir a pérdida".
Otros chavistas critican las medidas económicas,
señalan que un tipo de cambio a 6,30 es insostenible. Tienen razón. Las críticas a la política económica de Maduro
ya son a gritos.
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