domingo, 19 de agosto de 2018

EL PAQUETE DE MADURO

LUIS VICENTE LEÓN 

Las medidas necesarias para atacar la hiperinflación son conocidas: 1) Reconversión monetaria; 2) eliminación de la monetización del déficit fiscal; 3) convertibilidad cambiaria; 4) sinceración de los precios públicos; 5) rescate de la autonomía del Banco Central, y 6) recursos frescos para apoyo social a la población más vulnerable. 

La pregunta relevante hoy es si el programa presentado por el gobierno a cuentagotas ¿es un paquete con alguna capacidad de éxito, aunque sea parcial, o está condenado a un nuevo fracaso? 

Para responder esa pregunta hace falta chequear tres dimensiones: 1) la teórica; 2) la implementación, y 3) la confianza del mercado. 

En la primera dimensión, el gobierno intenta abordar parte de los retos clásicos. Arranca una reconversión monetaria. Podríamos decir que desordenada, exótica (cinco ceros, ¡por Dios!), necesaria, aunque no suficiente. Ofrece también atender el tema cambiario con la creación de un mercado dual que libera el tipo de cambio para las transacciones entre privados y permite que las petroleras mixtas participen en él. No se trata de libre convertibilidad cambiaria y unificación. Pero es una flexibilización relevante para las empresas operando en Venezuela. En el plano fiscal, el gobierno plantea un anclaje monetario al precio del petróleo. Si bien lo ofrece a través de un instrumento abstracto y de pésima reputación, el petro, la realidad es que el racional detrás es un anclaje equivalente al que otros países usan con el dólar o el oro, y cuyo objetivo sería autolimitarse para generar dinero sin respaldo. Ha anunciado también un aumento sustancial en el precio de la gasolina, que más allá del ruido causado por su condimento de subsidio discriminatorio y, finalmente, él ha flexibilizado las operaciones de las empresas petroleras mixtas. 

Pero nada de esto es suficiente para concluir sobre la capacidad de éxito del paquete planteado, pues además de sus debilidades teóricas y las ausencias evidentes (reinstitucionalizacion, recursos frescos y confianza) la gran pregunta es si están en capacidad real de implementarlo. 

Es relevante la discusión sobre si una apertura parcial cambiaria resolverá el problema de fondo o es sólo una visita conyugal a un preso político. Pero incluso esa discusión pasa a un segundo plano, si en realidad ni siquiera se pretende implementar. Para que la apertura parcial sea estudiable, tiene que garantizarse que se permitirán esas operaciones de manera libre y la tasa resultante será de mercado y no manipulada por el gobierno. Si el cambio privado termina como el Dicom de remesas, manipulado por debajo del mercado, el resultado está cantado. El mercado negro se mantendrá y seguirá afectando la formación de precios de manera descontrolada. Es lo mismo en el caso del anclaje monetario. Si el gobierno se autolimita en la monetización del déficit con el referente del precio del petróleo, hay una probabilidad de mejorar el desempeño fiscal y tener impactos positivos en la economía, pero si ante cualquier crisis de flujo de caja (que tendrá) el gobierno burla su anclaje manipulando el tema a través de un petro, el resultado será más de lo mismo o incluso peor.

Finalmente, la última dimensión de análisis es la confianza, pues si no hay confianza de los agentes económicos, la probabilidad de éxito se restringe y el resultado probable es también negativo. La pregunta clave aquí es: ¿quién realmente les cree? 

Dejo en ustedes la valoración final de estas tres dimensiones para decidir si les parece que este nuevo intento del gobierno, presentado por capítulos, puede ser exitoso o volveremos a ver un anuncio más serio, integral y completo en el futuro, presentado por ellos o por otra administración. 

luisvleon@gmail.com

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