Los cantamañas bolivarianos
Enrique Viloria Vera
Proverbios 6:16-19: 16 Seis cosas aborrece
Jehová, Y aun siete abomina su alma: 17 Los ojos altivos, la lengua
mentirosa, Las manos derramadoras de sangre inocente, 18 El corazón que
maquina pensamientos inicuos, Los pies presurosos para correr al mal, 19
El testigo falso que habla mentiras, Y el que enciende rencillas entre
los hermanos.
Un cantamañas, de acuerdo con el Drae es una persona informal,
fantasiosa, irresponsable que no merece crédito. Los hay en todas partes
del planeta, sin embargo, en el caso de nuestra sufrida patria, se han
adueñado del gobierno, de las instituciones, dejando a su paso un
reguero de escombros materiales y espirituales.
Desde hace casi dos décadas un par de
cantamañas bolivarianos han usufructuado del poder del estado para –
irresponsablemente – desplegar todas sus fantasías en nombre de un
llamado Socialismo del siglo XXI. Han sido largos años de destrucción
intencional de tolo aquello que tanto costo en erigirse y poner en
funcionamiento.
El primero de ellos, amparado en un por ahora pronunciado en las
cámaras de televisión, y vestido con un uniforme militar de camuflaje,
entusiasmó a un electorado cansado del bipartidismo vilipendiado por los
medios de comunicación y por un grupo de los llamados notables. El
paracaidista ganó las elecciones y más temprano que tarde, comenzó a
ejecutar un plan basado en la división y el desprecio por sus
adversarios.
Envalentonado por el apoyo brindado el dictador cubiche y con la
ayuda de la chequera petrolera, decidió crear una economía de puerto,
apoyar a los presidentes populistas y a los movimientos revolucionarios
en una nueva tricontinental socialista. Confiscó, expropió, importó,
regaló divisas a granel, conculcó la separación de poderes, se endeudó
con chinos y rusos, insultó a todo quisque, dilapidó las reservas
internacionales, politizó a las fuerzas armadas y paremos de contar.
Afectado por una enfermedad terminal, falleció no sabemos cuándo ni
dónde; antes del suspiro último designó como su sucesor a otro
cantamañas, quien profundizó la ineficiencia del aparato estatal,
persiguió sin miramientos a los líderes de la oposición, propició una de
las mayores diásporas que conoce la humanidad, fortaleció el
clientelismo y el nepotismo, quebró lo poco que funcionaba, bailó y se
burló de todos aquellos que lo adversan, en fin, decretó la muerte de la
República.
Inexperto, no sabe qué hacer con la economía nacional, devalúa la
moneda, controla los precios, regula la actividad económica, quebró a la
empresa de los huevos de oro negro, logró la unidad de muchos países
del mundo: todos contra él.
Nuestro Robusto Guasón pasó de ser un cantamañas para convertirse en un verdadero tonto lava.
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