PEDRO BENITEZ
Agentes policiales y militares fiscalizando precios en automercados y
grandes almacenes, y de paso llevándose detenidos a algunos gerentes de
negocios estratégicamente seleccionados para infundir temor y crear la
sensación de autoridad. Mientras que la mayoría de los establecimientos
que expenden repuestos de vehículos, productos de ferretería, farmacias,
hoteles, que brindan servicios médicos y casi todos los pequeños o
medianos negocios no abren desde el lunes pasado cuando entraron en
vigencia las medidas económicas dictadas por Nicolás Maduro.
No lo
hacen porque no saben a qué precios vender o por temor a vender por
debajo del ritmo hiperinflacionario y descapitalizarse.
Aunque el
Gobierno anunció una lista de “25 precios acordados” con algunas grandes
empresas, en realidad ha usado esto como excusa para exigir que todos
los comerciantes mantengan en medio de la hiperinflación fijos sus
precios de venta al público, al mismo tiempo que decreta un enorme
aumento de los salarios de los trabajadores.
El resultado ya es
previsible: muchos empresarios medianos y pequeños cerraran
definitivamente sus negocios, con la consecuente ola de desempleados que
se sumaran a la mayoritaria economía informal o intentaran cruzar las
fronteras.
Los países vecinos de Venezuela se pueden preparar
porque la corriente migratoria desde este país no va a menguar, todo lo
contrario.
Además, sobre las empresas que no abran pende la
amenaza de la expropiación por medio del denominado “control obrero”. El
miedo a que el Estado chavista termine por confiscar el resto de la
economía privada ha retornado.
Por otro lado solo se han
necesitado un par de días para hacer evidente el naufragio de la nueva
estrategia oficial para fijar el dólar paralelo. El gobierno de Maduro,
que no tiene dólares para alimentar el sistema de subasta cambiaria que
ha creado, pretende que en medio de este caos los privados vendan los
suyos.
Como no podía ser de otra manera el precio del nuevo
bolívar soberano se cotiza en mercado paralelo entre 90 y 140 por dólar.
Muy por encima de los 60 bolívares (6 millones de bolívares fuertes
anteriores) con que se pretendió fijar la tasa oficial luego de la
reciente devaluación.
En sus palabras del pasado miércoles en la
noche, transmitidas por radio y televisión, Maduro dejó muy clara su
intención de “gobernar la economía” y “derrotar la especulación” y
despejó cualquier tipo de dudas sobre quién autorizó la detención de
gerentes y dueños de algunos locales comerciales emblemáticos, en el
mismo estilo que se le aplicó en mayo a Banesco, el banco privado más
importante de Venezuela.
Como diría Jorge Luis Borges del
peronismo, el chavismo/madurismo es incorregible. No puede renunciar a
su estilo matonesco ni a sus ideas.Hace
apenas una semana Maduro aseguraba la necesidad de cerrar el déficit
fiscal y de no emitir más dinero sin respaldo. Poco le duro su propósito
de enmienda porque está haciendo exactamente lo contrario. Para
asegurar el pago de los aumentos de salarios decretados ha ofrecido
cubrir por tres meses las nóminas de las empresas privadas.
Justo en un momento en el cual diversos reportes indican la continúa caída de las exportaciones petroleras venezolanas.
Sin
más ingresos en divisas fuertes por exportaciones, sin préstamos
externos, y con una producción nacional que hoy es casi la mitad de
2012, mayores incrementos de salarios bolívares sin respaldo solo pueden
provocar todavía más inflación y escasez.Las evidencias del desastre son de tales dimensiones que hace pocos días Maduro reconoció en una intervención en el IV Congreso del Partido Socialista Unido de Venezuela que “hemos fracasado”.
Pero como el adicto, necesita cada vez mayores dosis para mantenerse en pie. Nicolás Maduro está haciendo exactamente lo mismo con lo que arrancó su gobierno en 2013. Culpabilizar y hostigar al sector privado de la economía.
Espectáculos políticos para problemas económicos. Consignas en vez de soluciones técnicas.
Así, las tibias expectativas de una rectificación han rodado por el piso.
Maduro está intentando dar muestras de autoridad e iniciativa ante la desmoralización de sus propias bases de apoyo, las crecientes críticas internas a su gestión y el inocultable descontento dentro de los cuadros militares, autentica columna vertebral de su régimen.
Ha querido pasar a la ofensiva aplicando el mismo catastrófico resultado de los últimos cinco años. Ha logrado, eso sí, levantar la esperanza dentro del chavismo con la promesa de que esta vez las cosas saldrán bien y la economía se recuperara. Todo indica que esta será una primavera muy corta.
No obstante, ha tenido la ayuda de una oposición cada vez más dividida y enfrentada. Esto le ha facilitado esta nueva operación de prestidigitación a la que muchos venezolanos no les queda más remedio que aferrarse.
Junto con el apoyo de los servicios de inteligencia cubanos es la falta de una alternativa clara la explicación a la permanencia en el poder del destructivo régimen de Nicolás Maduro.
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