FERNANDO OCHOA ANTICH
EL NACIONAL
Antes que nada, quiero ser terminante:
rechazo el uso de la violencia en la lucha política y en particular
cualquier acto criminal en los cuales se atente contra la vida de una o
más personas. Lamentablemente, el régimen bolivariano tiene como
antecedentes históricos la muerte de 39 venezolanos el 4 de febrero de
1992, más de 200 el 27 de noviembre de ese mismo año, y los incontables
asesinatos ocurridos durante la permanente y criminal represión de estos
casi 20 años de gobierno. El real o supuesto atentado contra Nicolás
Maduro y las altas autoridades del régimen el 4 de agosto pasado fue
percibido, desde el primer momento, por la opinión pública nacional e
internacional como una maniobra política que busca ocultar la inmensa
crisis nacional. El esfuerzo del aparato de propaganda madurista no ha
sido capaz de convencer a los distintos actores sociales y políticos
nacionales e internacionales de la veracidad de los hechos presentados
por el gobierno nacional. Definitivamente, Nicolás Maduro es un
presidente sin credibilidad.
De todas maneras creo de interés
reflexionar en este artículo sobre las causas por las cuales Venezuela
puede estar al borde de un doloroso proceso de violencia. La dictadura
madurista ha ido cerrando todas las posibilidades de solución pacífica
de la crisis nacional. Sin importarle las consecuencias ha violado los
principios fundamentales de la Constitución de 1999 al desconocer el
contenido de los artículos 2 y 6: “Venezuela se constituye en un Estado
democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores
superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la
libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la
responsabilidad social y en general la preeminencia de los derechos
humanos, la ética y el pluralismo político”; “El gobierno de la
República Bolivariana de Venezuela y de las entidades políticas es y
será siempre democrático, participativo, descentralizado, alternativo,
responsable, pluralista y de mandatos revocables”. Esta verdad conduce a
aceptar la existencia de una permanente ruptura del orden
constitucional.
El arrollador triunfo de la oposición
democrática en las elecciones parlamentarias de 2015 condujo a Nicolás
Maduro a evitar que la oposición pudiese obtener la mayoría calificada.
De inmediato utilizó un tribunal de instancia que cuestionó la elección
de los diputados del estado Amazonas. Esa acción produjo un largo
forcejeo entre el Poder Legislativo y el Poder Judicial hasta que el TSJ
sentenció que la Asamblea Nacional se encontraba en “desacato”, para
impedir su legítimo funcionamiento. De todas maneras, los venezolanos
mantuvieron la ilusión de que al cumplirse la mitad del período
presidencial era posible, a través del voto, revocar el mandato de
Maduro. La camarilla oficialista conocía de antemano que serían
derrotados en cualquier elección. Ese temor los obligó a utilizar unos
tribunales penales para evitar recoger 20% de las firmas, lo que
comprometió definitivamente la posibilidad de efectuar el referéndum
revocatorio. Lamentablemente, la MUD aceptó la invitación a un diálogo,
con la presencia de la Santa Sede, que no terminó en nada.
Estas arbitrarias e
inconstitucionales acciones trajeron como consecuencia que un sector de
la oposición convocara a manifestaciones diarias por varios meses con
una dolorosa cantidad de muertos y heridos. Las cifras dadas por los
medios de comunicación indican que puede haber ocurrido el asesinato de
350 jóvenes por la Guardia y la Policía Nacional. La inaceptable forma
represiva que utilizaron esos cuerpos armados fue causar la muerte a uno
o dos jóvenes cada día, convencidos de que de esa manera la protesta
iría disminuyendo ante el temor de ser asesinados. Así ocurrió… Nicolás
Maduro, creyéndose fortalecido convocó, de manera inconstitucional, a
una asamblea nacional constituyente comunal. La firme posición de la MUD
de no asistir a esas elecciones y la casi inexistencia de electores
pusieron en evidencia, ante la opinión pública nacional e internacional,
la condición fraudulenta del proceso. La respuesta fue sorprendente:
más de cincuenta países desconocieron la legitimidad de la asamblea
nacional constituyente comunal.
Lamentablemente, la forma en que
fueron derrotadas las manifestaciones populares y la falta de unidad de
la oposición creó una creciente desesperanza en los sectores
democráticos que empezaron a considerar, equivocadamente, que asistir a
votar en las elecciones no traería por consecuencia un cambio de
gobierno. Esta situación permitió que el régimen madurista, en medio de
una gran abstención, lograra triunfar en las elecciones de alcaldes y
gobernadores, las cuales habían sido postergadas indebidamente. De
inmediato, Nicolás Maduro entendió que era el momento político de
realizar los comicios presidenciales. De manera arbitraria, llamó a
elecciones para el 20 de mayo. La decisión de la mayoría de los partidos
de la MUD de no asistir al proceso trajo como consecuencia una
importante división que ha comprometido su propia existencia. Nicolás
Maduro obtuvo un pírrico triunfo mostrando, en cierta forma, su
debilidad política. El resultado fue inmediatamente desconocido tanto
nacional como internacionalmente.
Nicolás Maduro, al mismo tiempo que
ocurrían esos hechos, empezó a utilizar, de manera inconstitucional, a
la írrita asamblea nacional constituyente y a los demás poderes públicos
para establecer, de manera ilegítima, un régimen dictatorial de
tendencia totalitaria que le permita permanecer en el poder en medio de
la actual tragedia nacional. Esta realidad se percibe en el
debilitamiento de la soberanía nacional; el desconocimiento de la
Asamblea Nacional; el creciente número de detenidos y exiliados
políticos; la inhabilitación de varias organizaciones políticas; el
control y uso abusivo de los medios de comunicación social; el
reconocimiento de la organización comunal como base del Estado; la
absoluta politización e ideologización de la Fuerza Armada Nacional; el
desconocimiento de la autonomía del Banco Central y pare usted de
contar. Es imposible, que ante tan complejas circunstancias, no surja
la violencia. Lo demuestran los rumores de conspiraciones militares, la
detención de más de 100 oficiales, el posible atentado presidencial y
las permanentes protestas sociales. Nicolás Maduro es el único
responsable.
fochoaantich@gmail.com
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