TRINO MARQUEZ
La última escalada de control del
régimen sobre el país apunta a elevar a
su máxima potencia los alcances y cobertura del carnet de la patria. Tratan de
convertirlo en el mecanismo de empadronamiento, control, chantaje e
intimidación más eficaz de cuantos han aplicado. Pretenden ir más allá de los
consejos comunales, las ubch y las salas situacionales. Es una versión de la
lista de tascón, pero más sofisticada y ligera, porque supuestamente
incluye a las personas que lo obtienen
en los beneficios otorgados por el gobierno o facilita los trámites que los ciudadanos deben realizar ante los
organismos del Estado. Con el carnet de la patria se pretende sustituir la
cédula de identidad, único documento de nacionalidad que se les exigía a los venezolanos.
De
acuerdo con el ritmo de los acontecimientos, pronto el carnet de la patria será
necesario para conseguir empleo, viajar al exterior, moverse por el interior
del país, abrir una cuenta bancaria, inscribir a los niños en las escuelas, ser
atendido en un hospital, obtener el RIF u obtener cualquier permiso o licencia.
Será el documento con el cual el régimen satisfará su delirio persecutorio.
Durante
dos décadas hemos visto lo que el oficialismo entiende por refundar la patria. Desde los aspectos accesorios hasta los
cimientos de la sociedad han sido modificados o vulnerados. Desde los cambios
en las estrellas de la Bandera Nacional y la postura del caballo en el Escudo
Nacional, hasta la destrucción de los partidos políticos, la eliminación del
Senado, la desaparición de la autonomía de los poderes públicos, la
estatización de activos que pertenecían a la sociedad, la compra de medios de
comunicación, no queda ningún espacio vital donde el régimen no haya impuesto
su hegemonía. Su vocación totalitaria es insaciable.
El
relanzamiento del carnet de la patria se produce en medio del cuadro de
debilidad general que padece la oposición. El gobierno sabe que con tanta
confusión y desconcierto, puede plantearse las metas más caprichosas que se le ocurran,
sin que sus abusos impliquen ningún costo político. Se ensañan contra el
adversario frágil. Es una vieja recomendación de los Castro: cuando veas a tu oponente
débil, destrúyelo. La piedad no constituye ninguna virtud Es un signo de
debilidad inaceptable en un comunista. El gobierno está demostrando la
autoridad del caporal. Se ha convencido de que en las actuales circunstancias
puede obligar a la mayoría del país a doblegarse porque la capacidad de
resistencia de la población es muy reducida. Casi inexistente.
El carnet de
la patria se transformó en el vehículo mediante el cual Maduro puede mantener
la fachada democrática y electoral, sin correr un riesgo serio de perder las
consultas que convoque. Ese documento crea la ficción de que el gobierno puede
saber quiénes votan a favor de los candidatos oficialistas y quiénes no. Sirve
para extorsionar a los electores. Quienes no lo porten no recibirán las bolsas
clap, no recibirán los bonos que irresponsablemente concede el gobierno, no obtendrán
la pensión del seguro social o, incluso, no serán atendidos en los centros públicos
de salud. El carnet alimenta la sensación
de que el gobierno y Nicolás Maduro son como el Gran Hermano orwelliano. Todo
lo sabe porque está en todas partes. Es un ser omnisciente y omnipresente.
Para la
dirigencia opositora constituye un inmenso reto tomar una decisión correcta y
firme frente a la emboscada tramada por la pandilla. Carece de la fuerza
organizativa para convertir en una jornada nacional de protesta y resistencia la
convocatoria a no sacar el carnet. Tampoco puede pedirle a la gente a que forme
filas para inscribirse, como si fuésemos
corderitos. El llamado de algunos opositores a registrarse masivamente para obtener el carnet, con el fin de quitarle
su carga explosiva y hacerlo inofensivo, me parece de una ingenuidad patética. ¿Qué
concepto de oposición y resistencia es ese que claudica sin combatir ante una
medida tan arbitraria, ilegal e inconstitucional? Una cosa es reconocer nuestra
debilidad y, a partir de allí, proponerle a la gente que decida de acuerdo con
su libre albedrío y sus propias necesidades; y otra completamente distinta
consiste en llamar a convalidar un atropello como el que intenta consumar la
pandilla que asaltó Miraflores. El sentido de realidad no puede desplazar al
sentido político. Una buena dosis de pragmatismo siempre conviene. Pero el
servilismo es otra cosa porque conlleva
degradación. Pedir que la gente vaya a inscribirse para obtener el carnet de la
patria equivale a imaginarse que los judíos hubiesen actuado muy bien, si
hubiesen formado, motu proprio, colas
para convertirse en los primeros en ser enviados a los campos de concentración,
antes de que esos lugares de exterminio se pusiesen demasiado incómodos.
Frente a la patota
gobernante hay que resistir. El carnet de la patria habría sido una nueva oportunidad
para demostrar en todo el país el rechazo a Maduro y el deseo de cambio. Parece
que no será así y que cada quien hará lo que mejor le parezca. Lamentable.
@trinomarquezc
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