CARLOS RAUL HERNANDEZ
El Presidente sacudió al Congreso del PSUV al arrojar que las setenta empresas bandera del Estado están en rojo, pero seguro que son todas; si Pdvsa, la gallina pone-oro lo está, respira gracias al cash norteamericano y a que los precios están relativamente altos. Por supuesto que la reacción primaria es (mal) decir porque es ahora cuando el gobierno asume algo tan novedoso como que mataron a Kennedy. Pero por el contrario es muy importante, y sobremanera que lo haga en el caucus de “la vanguardia de la revolución”. Dicen que nadie aprende en cabeza ajena (y tampoco en la propia), pero todas las revoluciones socialistas terminaron en estercoleros.
Con la Glásnost, libertad de expresión, y la Perestroika,
privatización, se masificó de un extremo a otro del universo la
aplastante realidad que después de setenta años, la economía soviética,
en manos del Estado, era una bazofia improductiva, salvo la industria
petrolera. Aquí en apenas 20 años se pasaron por el bigote también a
esta última, un récord inalcanzable. Alguien dijo que si hubiera
socialismo en el Sahara, rápido tendría escasez de arena. Contranatura:
99% de la mano de obra era empleada del gobierno.
En El maestro y Margarita,
parodia de Mihaíl Bulgakov al Fausto de Goethe, un sarcástico demonio
recorría el infierno burocrático en los últimos espasmos de la ilusión
comunista. Montañas de papeles amarillentos, olvidados en recámaras
olvidadas en pasadizos a su vez olvidados, que hacían al gobierno
solicitudes urgentes, de vida o muerte, de las que nunca se supo
ni se sabría. Viviendas para casaderas de dieciocho años de edad que ya
para el momento habían muerto ancianas. Un burócrata ocioso le responde
al diablito que “…el Estado finge que nos paga y nosotros fingimos que
trabajamos”.
El Comité Central llora
En
cambio los “gerentes rojos” vivían como reyes, con “camionetotas” de
las que habla Nicolás, no conocían el racionamiento, la escasez, ni
había privaciones para ellos en plena era del terror. Las fiestas en
casa de Stalin duraban hasta el amanecer, cuenta Kruschev en sus Memorias,
y el “padrecito” se complacía en hacer bailar hombre con hombre a los
aterrados superpoderosos Malenkov, Molotov, Beria y el propio Kruschev.
Cuando Gorbachov toma el poder en 1985, ya la URSS era un cadáver
insepulto y la rectificación llegaba tarde: el régimen bolchevique
estaba perdido. El Partido Comunista de China siguió un camino mucho más
sabio.
Una vez murió el sicópata Mao Zedong,
Deng Xiaoping implanta el “socialismo de mercado” y cuarenta años
después China es el segundo poder mundial. Mao había hecho de los chinos
los seres más pobres y desgraciados del planeta con sus comunas, misiones, salto hacia adelante, revolución cultural
y se había consagrado como el mayor genocida de la historia. Deng hizo
proyectar en las reuniones del comité central documentales de las
hambrunas, que según cuenta Yang Jisheng en su estremecedora obra Tomstone, hicieron llorar a los dirigentes. Rompió con el horror y puso pie, no rodilla, en tierra.
La prédica de Jesús Faría no fue vox clamantis in deserto,
sino parte de una operación en la que engrana el círculo de poder
madurista con Cabello, y la eventual entrada de Bernal, hasta ahora por
fuera. Es posible que el gobierno tenga intención de reforma económica
gracias a supositorios de mentol chino. Pero hasta ahora no hay nada
parecido a un programa sino pancadas, algunas que profundizan el caos,
como crear un problema burocrático para comprar gasolina, con medidas
tan estúpidas e inútiles, -el censo-, como si todo vehículo no tuviera una matrícula.
Empeñados en crear molestias
Cada
vez que, en la tradición soviética, inventan un nuevo control, el
diablito de Bulgakov se bate a carcajadas. En vez de seguir buscando a
Dios por los rincones, el gobierno debe establecer un diálogo con el
país y con la comunidad internacional, hacer con expertos un programa
de reformas decente, estilo chino, y no habría tantos mermados mentales
que quisieran repetir la historia que nos trajo aquí y denunciar
“paquetazo”. Tiene a su favor que si no es confiable ante el mundo, la
oposición tampoco lo es, ni luce apta para resolver el problema. Los
otros países tendrían sosiego si el gobierno dejara de jugar con
dinamita y detuviera la emigración masiva.
Es
demasiado aspirar que normalicen su relación con la sociedad, destierren
el estilo padrote, busquen un pacto de gobernabilidad estilo Punto
Fijo, hablen como personas normales y no como negreros, y que nos quiten
de enfrente la sombra de Haití. Solo entramos en el siglo XX hasta al
desaparecer Juan Vicente Gómez y hay que recuperar los veinte años
perdidos que impiden ingresar al XXI. Debe emprenderse de nuevo la
descentralización y hacer lo necesario para atraer inversiones masivas
de capital en generación y distribución de electricidad.
Ese
es un paso inicial. Si se establece un marco creíble de respeto a la
ley, entre el Estado y la sociedad, se normaliza la situación
institucional, los demás países dejarán de ver al gobierno como un perro
rabioso que les endosa problemas. Pero hay que hacer un programa económico.
Cuando lo elaboren sepan que el Corán dice que todo hombre anda con su
ángel de la guarda a la derecha y un demonio que lo incita a pecar, a la
izquierda. Por eso Mahoma recomienda que en caso de escupir hacerlo
hacia el lado izquierdo.
@CarlosRaulHer
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