CARLOS RAUL HERNANDEZ
Estamos en la antesala de un
nuevo paquete, necesario por obra de treinta años de destrucción, en los
que pasamos de ta’barato-dame-dos a la condición de venecos. El alto
poder adquisitivo de nuestra gente era tema de burla para las elites
(¿semi?) ilustradas, pero hoy sufrimos miseria y humillaciones en otros
países. Sectores muy importantes de esas elites acumulan ya tres décadas
de destrucción meticulosa de todo lo existente, que comenzaron
precisamente en 1989. Los hijos de Atila.
Grupos de
comunicadores, empresarios, intelectuales, políticos, religiosos, de
izquierda y de derecha, se coaligaron para pulverizar el programa de
reformas económicas, políticas y sociales de Carlos Andrés Pérez, y a él
mismo. La izquierda, siempre de antiguallas, calificó al Gran Viraje de
paquete neoliberal y la derecha acusó al gobierno de corrupción,
aunque sus ministros eran profesionales capaces y honorables, versiones
tecnocráticas de Teresa de Calcuta, comenzando por Miguel Rodríguez. Paquete traducía trampa, embauque, intereses turbios, y comenzaba la deriva hacia el noveno círculo dantesco.
Empresarios
subsidiados no querían competir, y políticos a los que se les
atravesaban gobernadores y alcaldes electos, encabezaron un motín
reaccionario para rechazar la democratización. La economía crecía a
las tasas más altas del mundo junto con China, que había aplicado a su
vez decisiones homólogas. Se logró tal nivel de empleo que los gremios
empresariales se plantearon importar mano de obra de nivel técnico
medio. Pero la oleada reaccionaria se salió con la suya, desmembró todo y
el primer gobierno chavista, el de Caldera, reimpuso los controles de
cambio y el resto de la economía política de la imbecilidad.
Matos y Giordani
Todo con el estulto, mendaz blablableo del
ministro Matos Azócar sobre “economía social”, “precios solidarios”
dignidad frente al FMI, que nuevamente destruyó la actividad económica.
Ante el desastre en 1995 vinieron con su propio paquete la agenda-Venezuela,
un programa mediocre, pirata, incompetente, lleno de parches e
insuficiencias y que como toda gestión mal hecha, colocó al país en el
peor de los mundos. La supuesta agenda nos empobreció brutalmente
y lo único que logró fue que el gobierno llegara rengueando a las
elecciones de 1998 con Chávez convertido en ídolo.
Los
grupos que provocaron la caída de Pérez y el triunfo de Caldera,
acompañaron al nuevo adalid de los pobres para que la destrucción
siguiera triunfal. De no haber sido por la tragedia 1993-1998, hoy
viviríamos en un país desarrollado sin nada que envidiar a los Emiratos
en materia de satisfacción de necesidades materiales. Entre Caldera, la
Corte de Justicia y varios ilustrados, hicieron todopoderoso a Chávez
quien con una asamblea supra constitucional y la asesoría de Giordani,
se dedicó a malbaratar la monumental riqueza petrolera y a pulverizar el
país.
Arruinó los productores y la producción
nacional, a las clases medias, enfrentó a nuestra gente en dos mitades
artificialmente separadas y la desgracia echó raíces a partir de 2003
con el retorno de la economía política imbécil de controles y
represión. Hizo que el sentimiento nacional fuera el odio. Hoy estamos
ante la ejecución de un nuevo paquete del que, a la hora de escribir
esto, no sabemos exactamente de qué se trata, salvo unas vagas estelas. Y
el gobierno no capta que una reforma económica, para triunfar, necesita
estar hecha por profesionales de punta, respaldo financiero
internacional, el FMI, y apoyo interno.
Dictadura cariñosa
El
último que trató de hacerla autónomamente fue Macri y ya está de
regreso. La de aquí se desliza en medio de la brutalidad y la ferocidad
que hacen insoportable la vida, como ya lo es para la mayoría de los
ciudadanos. Pero la saña destructiva sigue con el colapso de la
oposición producto de la cadena acciones alocadas, irresponsables,
durante los últimos dos años y ocho meses, que condujo a terribles
derrotas. La monstruosa abstención en las elecciones de alcaldes y la
presidencial, simplemente porque no podía ser candidato alguno de los
predestinados, dejó al país sin ningún instrumento de presión para
frenar la demencia gubernamental.
Con la
ilusa pretensión de sacar a Maduro de un solo golpe, aupada por los
mismos grupos que apoyaron antes los varios episodios comentados, las
fuerzas democráticas quedaron en la indefensión. Ya no hay unidad, ni
MUD, ni líderes, ni partidos, ni nada, simplemente porque desde 2016
decidieron lanzarse al vacío en la oscuridad. Ahora solo nos quedan fe y
esperanza, pero en algunos también insulsa y desviada, a la sazón un
golpe de Estado modelo 23 de enero de 1958. Hasta terrorismo tenemos hoy
como novedad y no solo del gobierno.
Llega la
ilusión de que un pronunciamiento militar les entregará el poder para
ellos implantar una dictadura buena, cariñosa y moderna. Todavía no
cicatrizan las heridas de las palizas anteriores y ya apuestan a otro
contrafáctico. Dependen ahora del favor de sus enemigos porque no
pudieron construir su propia opción. Tal vez les sirva una anécdota del
mega púgil pesado y semipesado, Archie Moore. Luego de la pelea en la
que Ezzard Charles le dio un descomunal knockout, un periodista
le preguntó si vendría por la revancha. Y él respondió “por el momento
voy a estar quince días hospitalizado. Después pensaré en eso”.
@CarlosRaulHer
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