MADURO ESCUCHA CAMPANAS SIN SABER DE DONDE VIENEN
HUMBERTO GARCÍA LARRALDE
Las medidas
anunciadas la noche del 17 de agosto podrían hacer creer que, ¡¡al
fin!!, Maduro reconoce la necesidad de rectificar sus políticas. Habla
de “anclar” el bolívar, de “disciplina fiscal” y de “eliminar
definitivamente la emisión de dinero no orgánico”. No se escudó en
ninguna “guerra económica” para echarle la culpa a los demás.
¡Albricias! Pero Maduro escucha campanas sin saber de dónde vienen.
Vamos por partes:
Anclar una
moneda en una variable real --como pretende al relacionar el bolívar
(soberano) con el barril de petróleo--, es siempre una apuesta riesgosa.
La variable clave es la confianza, es decir, la credibilidad de que
pueda sostenerse. De no existir, se generan expectativas adversas que
terminan dando al traste con la medida: la gente acudirá masivamente a
“cobrar” la paridad anunciada mientras dure, convencida de que el
gobierno no tiene cómo sostenerla en el tiempo. Al forzarse la
devaluación, se despilfarra esta “bala de plata” –única--, precipitando
más desconfianza y mayor deterioro económico.
Además, con
la torpeza que lo distingue, Maduro interpone como eslabón en tal
anclaje al “petro”, moneda inexistente y ficticia que, de entrada,
socava toda seriedad en su propuesta. Y al anunciar que el valor de este
esperpento será de un barril de exportación de petróleo venezolano y
equivaldrá 3.600 BsS., indica un tipo de cambio implícito que se
acercaría a unos 60 BsS/USD[1],
o sea, 6.000.000 de los Bs (“fuerte”) moribundos. Algunos dirán que
ello es realista –por ahí se aproxima el dólar paralelo--, pero lo
cierto es que no es sostenible por los impactos de las demás medidas
anunciadas.
Elevar el
salario mínimo 60 veces, de BsS. 30 a 1.800 (¡medio palo, que digo,
petro!), significará, de golpe y porrazo, la destrucción de la empresa
privada, salvo que pueda resarcir este incremento en sus costos
aumentando los precios de los bienes o servicios que producen.
Simplemente, el cierre de empresas y la desaparición de empleos y
fuentes de ingresos. La debacle total. Por otro lado, habrá de
multiplicarse por similar proporción la masa salarial que saldrá a la
calle buscando reponer el nivel de consumo perdido. ¿De dónde saldrá esa
“bola de billetes”? Junto al aumento exponencial de la nómina pública,
el estado habrá de subvencionar --dice Maduro-- el diferencial de sueldo
de la pequeña y mediana industria durante los próximos tres meses. ¿Con
qué ingresos?
El
incremento en el precio de la gasolina –cuya magnitud todavía no se
conoce—podrá aportar algo a las arcas públicas, pero Maduro insiste en
que seguirá subsidiada para todo el que tenga “Carnet de la Patria”. Muy
poco, entonces, se obtendrá por esta vía. Por demás, de aproximar el
precio del combustible a su valor de exportación (costo de oportunidad),
¿de qué vivirán los que se benefician –fundamentalmente militares—de su
reventa internacional? Un malabarismo imposible de sostener.
De la
supuesta sinceración del tipo de cambio no esperemos nada, pues con la
caída en la exportación de crudo y los compromisos externos del sector
público –servicio de deuda, pago de gasolina, de solventes importados,
etc.— sus cuentas externas resultan deficitarias, es decir, la
devaluación aumentará más sus gastos en bolívares que sus ingresos... a
menos que se posponga el pago de deuda externa. ¿Será que Maduro escogió
esta opción por la vía del default? Porque en absoluto ha hecho
referencia a negociar de manera creíble con la banca la restructuración
de sus pagos de deuda.
Aumentar el
IVA en cuatro puntos podría contribuir con mayores ingresos, pero con
el colapso de la actividad económica que sufrimos, no será mucho. Por
otro lado, una inflación de más de 100% mensual destruye el valor real
de lo recaudado en muy poco tiempo.
De manera
que subsisten todos los ingredientes para que se perpetúe un enorme
déficit público, cuya única posibilidad de financiamiento previsible
será, como siempre, la “maquinita” del BCV. Cierto que el nuevo tipo de
cambio habrá de absorber liquidez, atemperando el impacto inflacionario,
pero la mezcla anunciada de un precio implícito del dólar en BsS 60 y
la permanencia de las subastas del DICOM hace prever que, en vez de
avanzar hacia la unificación cambiaria, seguirán existiendo, por el
contrario, varias cotizaciones. Ello, de paso, es para las mafias
atrincheradas en el poder la razón de ser del control de cambio, pues
les ofrece oportunidades inusitadas de lucro a través del arbitraje
entre éstas. ¿A dónde apunta el gobierno, entonces, con su política
cambiaria? ¿Cuál será su efecto sobre los precios?
De manera
que la confianza, fundamento de toda viabilidad de medidas como las
anunciadas, está todo menos que garantizada. Si el dólar paralelo ha
aumentado más de 35 veces en lo que va del año, empujado por un
incremento de la liquidez en proporción parecida, ¿Las medidas de Maduro
estarán en capacidad de quebrar las expectativas hiperinflacionarias y
atajar el derrumbe económico? ¿Con empresas que, además, están
condenadas al cierre por no poder cubrir sus costos salariales?
Lo que no
se le escuchó decir a Maduro y nunca se le escuchará, es que sus
acciones buscan aumentar la productividad. No hay manera de sostener un
incremento del salario –real—, por más loable que sea, si no mejora la
productividad. Y no estamos hablando de propiciar la inversión
productiva y la innovación tecnológica. No le pidamos peras al olmo. Se
trata, simplemente, de propiciar un mayor aprovechamiento de las
capacidades de producción de las firmas, actualmente utilizadas en sólo
un 30%. ¿De dónde se obtendrán las divisas con las cuales importar los
insumos y repuestos requeridos? ¿Acaso se negocian para ello créditos
–que tienen que ser masivos— con los organismos multilaterales? ¿Qué
demanda sostendrá este aumento de la producción con las distorsiones
macroeconómicas y la hiperinflación que mantienen sus medidas? ¿Los
servicios públicos –electricidad, agua, seguridad—están en capacidad de
sustentar tal incremento? ¿Y la mano de obra especializada que Maduro
ahuyentó a países que ofrecen remuneraciones dignas? ¿Dónde están las
garantías jurídicas a la propiedad y procesales, la libertad de competir
y de desarrollar la iniciativa privada, para incentivar una mayor
producción?
Con las
medidas anunciadas, la oligarquía militar y civil busca posponer el
colapso inevitable del desastre que han engendrado, incluso
aventurándose a desechar de sus gríngolas ideológicas. Pero, como diría
Maduro en sus enredos, “el que nace escaso … ¡ni que lo fajen
chiquito!”. ¿Quién se va a comer el cuento de que van a desmantelar el
sistema de controles y restituir al Estado de Derecho y las potestades
de una Asamblea Nacional independiente para ofrecer un entorno económico
de confianza que permita abatir la inflación y reactivar la producción?
¿Y sus “negocios”?
Es obvio
que el régimen, en su huida hacia adelante para intentar evitar su caída
y eventual enjuiciamiento, se colocó más allá del punto de retorno.
Sólo es capaz de instrumentar medidas que destruyen aún más el país. El
deber patriota es cómo acelerar su partida para rescatar las
posibilidades de vida y recuperación de los venezolanos.,
No hay comentarios:
Publicar un comentario