TRINO MARQUEZ
“Programa de recuperación económica, crecimiento y
prosperidad” fue el pomposo nombre utilizado por Nicolás Maduro para calificar el
paquete de medidas económicas y sociales adoptadas el 17 de agosto. Su
exposición comenzó señalando que el programa no había sido elaborado por
burócratas neoliberales adoradores del mercado, desligados de las necesidades
del pueblo e insensibles ante su sufrimiento, sino por expertos humanistas,
dirigidos por el propio mandatario, quienes anteponen el bienestar colectivo a
cualquier consideración ligada al lucro capitalista. Maduro de nuevo se declaró
socialista y, para variar, chavista.
Veamos por
partes algunas de las consecuencias sociales de ese paquete. Ya en Venezuela resulta tremendamente engorroso, por el laberinto legal existente, crear
un empleo en el sector formal de la economía. Ahora esa condición empeorará
pues será mucho más costoso producirlo. La mayor parte de los trabajadores se
encuentran en las pequeñas y las medianas empresas, PYME, y en los pequeños y
medianos comercios, donde el segmento más extendido gana el salario mínimo. El
pago de remuneraciones representa uno de los mayores porcentajes de los gastos de ese
amplio sector. En el cuadro recesivo global que afecta a la actividad económica,
el incremento de 3.500 por ciento en el sueldo mínimo constituye un golpe
mortal para la generación de empleo en esa franja. El plazo de tres meses propuesto
por Maduro y su equipo para pagar el diferencial de ese incremento salarial es
muy reducido. En un lapso tan breve, resulta imposible que las industrias y los
comercios asimilen el choque. Puede preverse que la quiebra de negocios se
elevará, lo mismo que el desempleo. Son muy pocas las unidades productivas o
comerciales con capacidad de absorber los pasivos laborales que el desmedido
aumento conlleva. Cada bolívar que se incrementa en el salario arrastra cuatro
o cinco bolívares adicionales en los beneficios globales.
Ciertamente. un salario mínimo de
treinta dólares, como el decretado por Maduro, es muy bajo. Es más, seguirá
siendo el menor de América Latina. El punto clave reside en que la elevación
del ingreso de los trabajadores tiene que considerar el contexto global en el
cual se efectúa. En un ambiente económico deprimido, un aumento porcentual tan
grande, en vez de promover la prosperidad, fomenta el desempleo y la quiebra de
empresas. Además, ya la devaluación del bolívar frente a la divisa
norteamericana en los días posteriores al anuncio de las medidas, colocó el
salario mínimo muy por debajo de los
treinta dólares señalados por Maduro.
La principal causa del
empobrecimiento nacional es la hiperinflación, asociada a la forma como el
gobierno financia el gasto público. El programa antiinflacionario notificado
por el mandatario no es tal. Parece, al contrario, un plan para acelerar la
velocidad de los precios.
El gobierno, a través del bono de reconversión,
les pondrá en el bolsillo a los portadores del carné de la patria Bs. 10
millones, sin que el aparato productivo haya generado ni un alfiler adicional.
Desligó ese beneficio de cualquier rastro ligado a la producción y a la
productividad. Además, como ya señalé, Maduro se obliga a cancelar el salario
mínimo de las PYME durante un trimestre. Todo esto ocurrirá, adicionalmente,
sin que la tributación interna haya crecido, entre otras razones, porque Pdvsa
fue exonerada del pago del impuesto sobre la renta durante 2018 y la capacidad
tributaria del resto de la economía es mínima.
La única manera, entonces, de financiar ese conjunto de gastos siderales
es mediante la emisión de dinero inorgánico, que Maduro pretendía eliminar para
llevar el déficit fiscal a cero, uno de los objetivos fundamentales de su
programa de recuperación económica.
Como no derrotará la inflación, sino
que esta seguirá su alocada carrera hacia la estratosfera, la pobreza
continuará erosionando la vida de los venezolanos a un ritmo arrollador. La
proyección del FMI, que ubica el crecimiento de los precios en un millón para
este año, podría quedarse corta frente a las cifras reales que tendremos en
diciembre.
El programa de Maduro no ha generado
confianza en las políticas oficiales. Al contrario, los mercados internacionales
han reaccionado con incertidumbre y suspicacia en torno a sus anuncios. Para
nadie su plan resulta creíble, ni sostenible. Está plagado de vacíos,
contradicciones e incoherencias que afectan su viabilidad. Lo único que queda
claro del proyecto es su deseo de cercar y someter los pocos espacios que aún
quedan de actividad privada. Su filosofía se reduce al siguiente principio: lo
que no debe o puede destruirse, hay que controlarlo. Esta fue una de las enseñanzas de su maestro
Fidel Castro.
El viernes negro Maduro anunció un plan
de empobrecimiento y multiplicación de la cantidad de factores que impulsan a los
venezolanos a huir del país.
@trinomarquezc
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