CARLOS RAUL HERNANDEZ
En los ochenta después de un par de décadas de fiascos de la Comisión
Económica para América Latina (Cepal) y de gobiernos populistoides, la
región entra en un espantoso remolino, la Crisis de la Deuda Externa,
por haber derrochado los recursos y no poder pagar las importaciones.
Sus monedas desaparecieron por la inflación y la devaluación, y la gente
se depaupera. Allí nacen los Programas de Estabilización Macroeconómica
apoyados por el FMI y el duro aprendizaje sobre las reglas para que una
economía funcione sana: que el flujo de los precios los mantiene
equilibrados y la libre convertibilidad evita la fuga de divisas.
Que
el Estado debe estimular y no hostilizar la inversión privada nacional y
extranjera, tener gastos fiscales bajo control y moderar las ganas de
“hacer el bien” a costa de castigar a los productores. Invertir los
recursos públicos con transparencia en puertos, aeropuertos, hospitales,
electricidad, escuelas y demás servicios, pero no administrarlos porque
fracasan. Los dirigentes se vieron obligados a aprender a nadar
mientras se hundía la canoa y costó ahogos. Muchos lo lograron y hoy,
naturalmente con problemas, sobre todo a partir del Socialismo de Siglo
XXI, viven prosperidad suficiente para recibir oleadas de migrantes
venezolanos desesperados.
Durante el
aprendizaje fracasaron con programas híbridos de estabilización,
merengadas de apertura con ojeriza por la libertad económica. Raúl
Alfonsín asume la Presidencia de Argentina en 1983 para enfrentar la
crisis que dejó la dictadura militar fracasada. Presenta el llamado Plan
Austral de 1985, cuyos autores creían como Hans que el problema era el
sofá y quitar ceros a la moneda detenía la inflación. Hubo forcejeos con
el “neoliberalismo” y la “inhumanidad tecnocrática” que cuestionaban
tales espejismos.
Hans, el sofá y la economía
Al final doblaron el brazo del FMI y crearon un plan híbrido, pirata, de los que llamaban heterodoxos,
que no erradican la enfermedad porque el tratamiento duele. Conservaba
control de precios de servicios públicos que quebraron y de alimentos
que desaparecieron. El patriotismo no aceptó privatizaciones y a cambio
hubo recesión, devaluación, hiperinflación, desempleo y miseria. El austral
se hunde y se editaron a la carrera billetes de 10.000, 50.000, 500.000
y 1.000.000. Como no pueden pagar la deuda externa, emprenden una nueva
acción inútil, el Plan Primavera, que trajo saqueos, incendios, fuga de
divisas, devaluación.
Récord histórico de pobreza y renuncia del presidente. Asume Carlos Menem y con un plan serio, el de Convertibilidad,
bajó la inflación a un dígito para que su sucesor, De la Rúa, en lucha
antineoliberal, descarrilara a los pobres de nuevo al abismo con el fin
de ayudarlos (como Caldera aquí y otro plan pirata, la Agenda
Venezuela). Luego la peste Kirchner crea el caos. En 1986 Brasil durante
la presidencia de Sarney, con problemas parecidos, ejecuta su plan
salvador, otra piratería parecidísima a la anterior, lo que ahorra
repetir muchas cosas.
Al cruceiro le quitan tres ceros y se convierte en el cruzado,
nombre del plan. Y la eterna historia: control de precios y de cambio,
con el iluso fin de parar inflación y devaluación. Editan una tabla con
los precios controlados en las dos monedas (¿algún parecido?) y una
manada de lobos de la superintendencia con credencial aterrorizaba
comerciantes. Resultado, el mismo: hiperinflación, hiperdevaluación,
hambre, marginalidad, delincuencia, las favelas obtuvieron fama
mundial de criminalidad y muchedumbres de niños bajaban de Pan de Azúcar
a Copacabana para asaltar a los bañistas.
Cardiocirugía del FMI
La
heterodoxia produjo catástrofes. Para bien de Brasil llegó al poder en
los 90 Fernando H. Cardoso, que aunque confesó no saber nada de
economía, tenía cultura e inteligencia para saber qué hacer y rodearse
de técnicos de primera. Y produjo tal milagro que tres períodos de
corrupción del PT solo lo hirieron. Los camaradas ecuatorianos que
prueban fortuna en Venezuela de asesores, han oído campanas. El plan de
Cardoso creó una moneda ficticia llamada URV (unidad real de valor) que coexistió unos meses con el cruzado. Los artículos tenían un precio invariable en URV, aunque la inflación inercial en cruzados seguía.
Pero
la gente se acostumbró al URV. Lo que parecen no saber los amigos
correístas, es que mientras creaba así confianza en el Real, Cardoso
realizaba cirugía de corazón abierto a la economía con la cardióloga
jefe del FMI (tal como hicieron Menem y Carlos Andrés Pérez) con una
montaña de dólares a cambio de racionalizar los gastos del Estado y
privatizar despojos. Libera las importaciones y estimula las
exportaciones para traer divisas. Emprende la reconversión industrial y
la inversión masiva en formar mano de obra técnica. Sube las tasas de
interés por sobre la inflación para recuperar la moneda como depósito
de valor.
Y sobre todas las cosas con el apoyo
internacional creó confianza a los trabajadores, comerciantes,
empresarios, campesinos, profesionales, que ningún bandido con carnet
del gobierno podía arrebatarle a alguien sus propiedades o los productos
de su trabajo a nombre de ninguna patria. Que quienes invertían su
dinero para generar empleo, tenían la protección de las instituciones.
Que quienes querían vivir mejor debían trabajar y estudiar más. Esos
pequeñísimos detalles le faltan al Plan Maduro I. Pero veremos el Plan
Maduro II.
@CarlosRaulHer
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